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martes, 6 de septiembre de 2011

De rejas y libertades

El día de ayer, fue anunciado por parte de la Federación Mexicana de Fútbol la decisión de que, para el término del presente torneo (Apertura 2011), todos los estadios de la Primera División de México habrán retirado las rejas y mallas que separan las tribunas de las canchas. Si bien algunos estadios (Torreón, Pachuca, Morelia) ya las habían quitado por disposición de FIFA al ser sedes de un mundial juvenil, parece que ahora sí habrá alineación y todos los estadios seguirán la misma tendencia (Aunque en Pumas digan que ellos no harán tal cosa).


A mí me pone a pensar: ¿Estamos listos, como sociedad, para enfrentar no la represión, sino la libertad? Es cierto que estamos acostumbrados a obedecer bajo premisas de castigo, a educarnos para los "no" y las prohibiciones, pero ¿qué pasa cuando es al revés?


Es evidente que la decisión se toma después del terrible susto que pasó la afición lagunera hace unas semanas, y que en caso de una emergencia similar la malla puede significar la diferencia entre un susto mayúsculo o una tragedia sin precedentes; eso es parte de un tema de discusión que va más allá de lo futbolístico, es parte del gran debate acerca de la seguridad y que afecta a toda la nación, pero al mismo tiempo la gente debe preguntarse si está lista para asistir a un estadio de fútbol en el que las únicas separaciones serán un foso o una pista atlética de tartán.


Volteo hoy en día a las noticias internacionales, y me sorprende el grado de violencia con el que algunos países viven el fútbol: Ya se volvió costumbre las tremendas golpizas en las ligas semi-profesionales argentinas, los cantos racistas de las "barras ultra" en Europa, los apuñalamientos y balazos afuera de algunos estadios sudamericanos... Es un mal que, si bien está presente también por estos lares, podemos presumir que a todos los estadios mexicanos podemos llevar o ver niños pequeños, familias enteras y gente de equipos contrarios sentados juntos en la misma hilera; no faltarán el par de borrachos buscapleitos, pero los enfrentamientos en nuestros estadios suelen ser "poco riesgosos". Salvo los problemas con -y entre- las famosas "barras bravas", el fútbol mexicano sigue siendo un espectáculo netamente familiar.


Ahora, es necesario entender que este decisión de retirar el enrejado en los estadios es al mismo tiempo un acto en pro de la seguridad del asistente, pero también un voto de confianza para el mismo. Todavía está fresco en la memoria el zafarrancho ocurrido en León durante la liguilla de la Liga de Ascenso del torneo pasado. Si van a quitar las rejas por nuestro bien, también nosotros nos enfrentamos a una responsabilidad mayor: El de mejorar aún más nuestro comportamiento, probar que somos una afición civilizada, educada y comprometida; que sabremos conducirnos en la victoria y en la derrota y que esto no será pretexto para que unos cuantos puedan cometer desmanes a su antojo. En nosotros está el poder de demostrar que ha sido una buena decisión.


Recuerdo mucho un comercial de hace ya algunos años, en las que aparece un hombre en su tienda de abarrotes, llena de rejas y candados; y luego aparece una señora viendo desde una ventana a sus hijos jugar en la calle, pero la ventana está enrejada. Ellos preguntaban: ¿Porqué si los malos son otros, somos nosotros quienes tenemos que vivir encerrados? Hoy se nos educa no con regaños, ni castigos, ni reprimendas; hoy se nos da una gran oportunidad para mostrar madurez y dar ejemplo a las aficiones de otros lares. Queremos una nación en paz, libre de violencia; me parece este es un buen momento para demostrar que podemos contruir ese país que tanto anhelamos. Depende de nosotros.

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